La importancia de un equipo

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En la maravillosa relación entre personas y perros, es imposible comenzar a explicar una unión tan potente sin aludir al hecho de que lo primero es formar un equipo. El equipo trabaja para los mismos fines, rema incansable en una misma dirección, se apoya mutuamente, se motiva, se fortalece y crece con cada gesto y con cada problema a solucionar. El equipo se siente y se respeta, y pone su plena confianza al servicio, precisamente, del propio equipo, y cuanto más enlazado se siente, más ganas de seguir formando equipo tiene.

Y es esto precisamente lo que podemos conseguir con nuestro perro. El bien reconocido como el mejor amigo del hombre, tiene tal cantidad de cualidades que es casi nuestra obligación poder esgrimirlas y hacerle sentir un perro pleno.

Es difícil pensar en una unión entre personas en la que uno de los dos protagonistas recurre continuamente a la imposición o al uso de la fuerza para tratar de convencer al otro de la conveniencia de hacer esto o lo otro. Es evidente que si pensamos en una pareja de atletas, un binomio perfecto que trabaja sin descanso para la consecución de un mismo fin, que sufren juntos y comparten las mejores sensaciones a la par, a nadie le viene a la cabeza que el trabajo se realice sin embargo por separado.

Y los ejemplos son múltiples. Pensemos por ejemplo en dos atletas que deben darse un testigo. Ambos saben a qué distancia debe comenzar a correr el segundo atleta, saben a qué velocidad debe correr para que el testigo no se caiga, y saben por supuesto el momento en que el testigo se cambia definitivamente de manos para continuar la carrera incansablemente. Y ni siquiera se miran, pero se sienten. Se conocen, escuchan sus pisadas y están atentos el uno del otro. Ni siquiera esto sería posible si sus zancadas estuvieran descompensadas. La confianza depositada del uno en el otro, es total.

Si observamos a un cuerpo de baile, sus movimientos son certeros y a pesar del conjunto, parecen estar llevados por un único hilo que acompasa todos sus gestos como si de una sola persona se tratase. Además de las muchas horas de ensayo y el conocimiento férreo del compás de la música, cada bailarín individualmente debe hacer los pasos de baile contando siempre con los movimientos de los dos bailarines situados a cada lado, y el situado justo enfrente de él. De esta manera se teje una fascinante unión compacta que el espectador no analiza, sino que disfruta. ¿Significa esto que en este equipo son los de delante los que tienen el control? Quédate un rato observando y fíjate… lo más probable es que en el próximo giro los que parecían estar detrás se sitúen precisamente a la cabeza de todo el cuerpo de baile…

¿Y qué me dices del remo en parejas? Impresiona ver igualmente la conexión sin palabras de los dos deportistas, y si nos preguntaran casi podríamos afirmar que van acompasados incluso en el latir de su corazón. Aquí sí, podría pensar alguno, quien tiene la voz cantante es siempre quien va delante. Y con una sonrisa le respondería que probase a mantener un remo metido en el agua verticalmente, a ver si, quien parece tener la voz cantante, consigue hacerse con el kayak…

En cada equipo, el individuo se transforma en un ente más completo, en un núcleo indivisible al que da toda su fuerza y sus virtudes personales, y al que otorga la mayor prioridad por encima de sus propias necesidades. Se convierte en una parte fundamental de algo más grande, más emocionante. Y sin embargo el trabajo se realiza desde cada parte de este todo. El esfuerzo es individual, la energía necesaria para formar parte del equipo debe partir de cada pieza del puzzle, y las ganas de superarse a uno mismo no pueden sino nacer de cada uno de los integrantes de este estado superior.

Pues bien, regresando a la relación con nuestros perros, a nuestro equipo inquebrantable, debemos tener en cuenta todos estos valores para no perder nuestro sitio. En un equipo no hay un único líder, sino que ambos integrantes están obligados a escucharse, a entenderse. Así nos lo enseñan los atletas. Debemos conocer las sensaciones, la velocidad de aprendizaje, las distancias y los tiempos de nuestro perro, y ajustarnos a sus pautas, o el testigo quedará tendido en el suelo, con nuestras esperanzas rodando sin rumbo establecido.

Debemos mirar de reojo el compás de nuestro compañero, y formar una pareja de baile en un mismo escenario, apoyándonos en su buen hacer y permitiendo que nuestro can nos enseñe también el camino. No siempre los pasos son los que nosotros nos hemos marcado. Muy a menudo un simple giro nos dejará detrás para continuarlos según él los marque, y la armonía del baile seguirá sin que nadie haya notado que, en realidad, nos mueve un solo motor.

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Ambos debéis ser quienes llevéis el impulso, como en el remo. La energía unida en cada movimiento hacia delante es potente porque se hace a la vez, hacia una misma dirección y con un mismo objetivo. Es posible que uno de los dos marque el ritmo, pero el rumbo debe estar claramente definido por ambas partes.

El trabajo que puedas realizar con tu mascota, ya sea a nivel profesional como de manera más particular, o simplemente para tener una armonía familiar, debe estar siempre basado en las necesidades, energías y ganas de acompañarte de tu perro. De nada sirve poner todo el empeño en que se tumbe, si cuando lo hace no se siente contento por complacerte. Absolutamente de nada te vale llegar un día eufórico a casa y con ganas de enseñar las normas básicas de convivencia a tu can, si lo único que está pensando éste es en salir a hacer sus necesidades; y siguiendo con los ejemplos, poco podrás hacer si emocionada por la buena actitud de tu perra continúas obligándola a hacer una y otra vez los mismos ejercicios cuando ya hace rato que se muere de aburrimiento…

Es precisamente esto de “sentir al perro” lo que marca la diferencia entre un verdadero equipo y una especie de tiranía, o cuanto menos, una relación de ordeno-obedezco.

Y de lo que hablo no es ciencia-ficción ni está únicamente al alcance de unos pocos. De lo que hablo es precisamente lo que tu hermosa Pastor Alemán está deseando que hagas, e incluso tu pequeño York Shire te pide a gritos sin que atiendas a sus peticiones. Cualquier perro que sabe que no es “el líder”, que asume su papel de perro beta dentro de la camada de tu familia, necesita unas pautas para saber comportarse y que le dediques al menos un rato al día para que, igual que ellos se esfuerzan continuamente en entendernos (incluso han modificado su forma de expresarse y los sonidos que emiten desde su origen del lobo, mucho más rico ahora que la propia comunicación de sus antepasados o los actuales lupus), tú consigas percibir las señales que emiten y cómo se sienten frente a las distintas situaciones.

¿Cómo hacemos eso de “sentirnos”?

Siente
Es difícil que tú consigas sentir a tu perro y que por el contrario no obtengas la actitud deseada por su parte. Es difícil, pero con determinados comportamientos erróneos podemos conseguir incluso invertir los roles en la familia y tener a un perro muy comprendido, pero con una actitud inapropiada y rompiendo continuamente la armonía de la casa. Eso, evidentemente, choca de bruces con la exposición hecha anteriormente sobre lo que es un equipo: las miradas, los sonidos y las ganas de llegar a un mismo punto. Tanto el extremo por un lado como por el otro, son situaciones que hay que evitar radicalmente. Por eso a continuación listo algunas claves para conseguir que sea el perro el que necesite nuestra atención y la pida, educadamente y sin molestar, y se sienta cómodo acompañándonos allí donde le pidamos ir:

  • Capta su atención: muéstrate como algo siempre apetecible. Si eres aburrido, no querrá jugar contigo ni tampoco entrenar…
  • Demuéstrale que, gracias a ti, podrá tener todas sus necesidades cubiertas. Y esto el perro no tiene por qué saberlo si tú no se lo enseñas.
  • ¡Permítele jugar! Y jugar como lo hacen los perros. La mejor forma de hacer las cosas es delimitando el tiempo de juego del de adiestramiento o de reposo estando en casa. Los perros disfrutan con el juego tanto como lo hacen los niños, y si eres parte de sus momentos de alegría te costará mucho menos que se sienta como un verdadero amigo.
  • No olvides que el adiestramiento también se puede – y se debe – enfocar como un juego. ¿Te imaginas que cada vez que tengas que enseñar algo nuevo a tu perro se ponga tan contento como cuando le tiras la pelota para que corra?
  • Sé constante, no le vuelvas loco con peticiones contradictorias y dale las señales de manera clara para que pueda seguirte con facilidad. Eso le ayudará a querer continuar los ejercicios.

Sobre la autora


Miriam Sainz

Técnica y Experta en Intervenciones Asistidas con Animales, Educadora Canina especialista en conducta y entrenadora multiespecie. Integradora Social. CEO de Sentido Animal.

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